La lógica de la mosquita muerta


Sufre y exhibe su sufrimiento,sólo mientras le sirva para alcanzar sus objetivos según el mismo método arraigado en años. 

Pero que no se tope con algún espectador escéptico, a quien no conmueva tal dramatismo, y que sospeche de sus intenciones solapadas; o habrá de abandonar instantáneamente su dolor fingido, para seguir exigiendo mediante furibundas acusaciones por haber herido cruelmente, a tan inocente e inofensiva mosquita muerta.
Las mosquitas muertas no mueren, sólo padecen unas penas sintéticas y únicamente el tiempo suficiente hasta lograr que la culpa inculcada en los demás, les conceda sus caprichos. 
Curioso comportamiento el de estas criaturas que convencen a sus víctimas de ser ellas victimarias, mientras les rodea el cuerpo con sutiles y efectivos hilos y los deja, inhibidos en su red.




















(Foto: Familias.com)

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No me chupa un huevo... ni literal, ni metafóricamente...


“Me chupa un huevo” es una expresión ambivalente, es otro buen ejemplo de que “del dicho al hecho, hay un largo trecho”. Porque, cuando es literal, supone placer; pero cuando es metafórico, supone indiferencia. 
Porque supone que si alguien que antes me chupaba un huevo- o los dos-  ahora ya no lo hace, ese cambio tendría que chuparme un huevo, al menos uno. Y es ahí cuando la frase se vuelve redundante y contradictoria.
Y es que ese cambio tendría que chuparme un huevo- al menos uno-, porque es lo más “sano” según los psicólogos, las canciones sobre corazones rotos, la poesía para despechados, las novelas mexicanas y, sobretodo: el cuerpo mismo, cuando finalmente se cansa de llevar el pecho cerrado durante mucho tiempo por tanta tristeza.
Y la cosa se pone todavía más confusa… Porque cuando alguien que antes (literalmente) me chupaba un huevo- o los dos- ahora ya no lo hace y por lo tanto eso me tiene que (metafóricamente) chupar un huevo –al menos uno-; entonces significa que tengo que cambiar los suspiros de placer por los de resignación; significa que tengo que controlar la respiración para posponer ya no el orgasmo, sino las lágrimas...
... Significa que aunque las dos interpretaciones de la frase terminen en un derrame, la literal acaba en un glorioso punto y aparte; mientras que la metafórica muere en un miserable punto final.
Entonces, la distancia entre que alguien ya no me chupe un huevo literalmente –ni siquiera uno-; y que tenga que empezar a hacerlo metafóricamente, es la diferencia entre dos tipos de calentura: la del erotismo apasionado de sentirse en íntimo amor correspondido, y la de sufrir cada beso que le dieron, cada ilusión que le vendieron, cada suspiro que le robaron; y toda esta fiebre de celos, violencia y rencor.
¿Pero cómo hago para que me chupe un huevo (metafóricamente) alguien que me importó tanto…?
¿Estará rindiendo las materias que le faltan para recibirse…? ¿Habrá dejado de fumar…? ¡Si sabe que a la noche se le cierra el pecho por el asma! ¿Estará sacando a pasear al perro…? ¿Hará alguna otra cosa que pasarse el día frente a la compu…? ¿Se acordará alguna vez de mí…?
Sí, ya sé... no tengo que enredarme. Venía bien, lo venía manejando como un campeón; no puedo derrapar ahora. Tengo que reconocer que, a riesgo de que suene despechado, las cosas sinceramente marchan mucho mejor sin vos, y que aunque te extrañé mucho y que todavía de vez en cuando siento algún pellizco de nostalgia; la verdad es que a estas alturas, todo eso ya me está chupando un huevo. 



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